Benditas Ánimas


LA HERMANDAD DE LAS “BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO”

A comienzos del año 1715 un celoso sacerdote propuso a un grupo de fieles fundar en el altar de Ánimas de la capilla de San Telmo una Hermandad de Ánimas con el título de “Rosario de las Benditas Ánimas”. Esta hermandad, una especie de filial de la Hermandad del Cristo, daría cauce a la devoción de Ánimas y a los sufragios que ya se venían haciendo por los difuntos en la capilla. El animador era D. Francisco Valbuena, que logró reunir un grupo suficiente de fieles, proponerles unas reglas que fueron aprobadas. y hacer un programa de sufragios: misas, rosario, viacrucis, confesiones, comuniones etc…
El mayordomo (antiguamente se nombraba así al Hermano Mayor) de esta cofradía era el propio Padre Valbuena, que se titulaba a sí mismo “hermano de obediencia “, sin duda porque quería que el cargo de mayordomo no fuese para mandar sino para servir a los demás y cumplir el encargo que la cofradía señalare en su propio ámbito.
La iniciativa y las reglas fueron presentadas al Provisor de la Archidiócesis Hispalense, D. Juan de Monroy, antiguo canónigo de nuestra Iglesia Colegial, el cual erigió la cofradía y aprobó sus reglas con el dicho título del Rosario de las Benditas Ánimas.
Pero nada más lo supo el Convento de Santo Domingo de Jerez entendió que la nueva hermandad era ilegal porque se titulaba del Rosario y los dominicos tenían el privilegio pontificio del monopolio de las cofradías del Rosario. Y por ello, reunidos en capítulo los frailes bajo la presidencia del prior Fray Pedro Zamora (14 Febrero 1715), decidieron oponerse a la nueva cofradía, y para abrir un pleito formal dieron poder al P. José Esquivel, que seguidamente se trasladó a Sevilla.
La hermandad del Rosario de Ánimas de San Telmo celebró sus propias reuniones y los que en ella eran dirigentes -el citado P. Valbuena, el también sacerdote D. Antonio de Trujillo y Astorga, que sabemos por otras fuentes era mayordomo de la obra del templo de la Colegial, y el también sacerdote D. Alonso Alvarado-, convencieron a los fieles de la misma a que desistieran de todo pleito con Santo Domingo, prescindieran del título del Rosario, y tuvieran otro que hiciera alusión a las Benditas Ánimas “que era su verdadero objetivo”, y de esta forma no se suprimiese la hermandad sino que la dejase existir con otro título. Proponían dos, el de “Amor Piadoso (a las Benditas Ánimas)” o “Gritos de las Ánimas”, y para no complicarse más la vida dejaban al Provisor en libertad de ponerle el título que él mejor viera, que sugirió el de “Hermandad de la Devoción Piadosa a las Benditas Ánimas del Purgatorio”.
Imagen del Altar de Ánimas del s.XVII
La hermandad de Ánimas cumplió rigurosamente con el mandato de entregar la Regla y se dipuso a contestar al alegato de Santo Domingo en los próximos días, una vez aprobasen la contestación que se debía dar.
Así lo expresaron en un memorial que por medio del procurador Alonso Muñoz dirigieron al Provisor y redactaron además una declaración ante un notario de la Vicaría, por el cual desistían de llamarse del Rosario, si así lo decidía el Sr. Provisor, y a fin de evitar pleitos. La declaración notarial de la Hermandad del Rosario de Ánimas de San Telmo vale la pena transcribirla:
En la ciudad de Jerez a dieciséis de Marzo de mil setecientos quince años, ante mí el Notario y testigos, parecieron Don Antonio de Trujillo, Don Francisco de Valbuena y Don Alonso de Alvarado, presbíteros, hermanos directores de la Hermandad y Congregación del Santísimo Rosario de la Ánimas Benditas, sita en la capilla de San Telmo de esta ciudad, a los cuales doy fe que conozco, y los susodichos por sí y en nombre de los demás hermanos de la dicha hermandad dijeron:
Que habiéndose les hecho saber despacho de Su Señoría el Sr. Provisor de la ciudad de Sevilla y su Arzobispado para que dentro de cierto término pareciesen por sí o por procurador a tomar traslado de la demanda que se le ha intentado poner a dicha Hermandad por el convento y religiosos de Santo Domingo de esta ciudad, y para que en nombre de la dicha Hermandad se pueda representar al dicho Sr. Provisor el ánimo de los otorgantes y de los demás hermanos de no seguir pleito ni litigio alguno sobre demanda cualquiera que se les intente poner por cualquier razón, en la mejor forma que pueden y ha lugar en derecho y en nombre de los demás hermanos daban y dieron todo su poder cumplido, el que en derecho se requiere y es necesario para valor a Don Alonso Muñoz, procurador de los tribunales eclesiásticos de la ciudad de Sevilla, expresamente para que en nombre de la dicha Hermandad pueda parecer y parezca ante dicho Sr. Provisor, y haga presentación de la petición que con este poder se le entrega, y pida a Su Señoría se sirva conceder a dicha Hermandad de las Benditas Animas del título que fuere servido darle, por cuanto el ánimo de la dicha Hermandad no es perjudicar a otra alguna sino sólo rezar el santo rosario por las Benditas Ánimas a conformidad de su Regla, que ante dicho Señor tienen presentada, y en razón de lo dicho haga las diligencias judiciales y extra judiciales que convengan y sean necesarias, para lo cual le dan este poder, con la facultad de poderlo sustituir; y obligaron los bienes de la dicha hermandad habidos y por haber.
Y así lo otorgaron y firmaron siendo testigos D. Francisco Antonio Rivero, D. Rodrigo de Pinna, y D. Alonso de Morales, vecinos de esta ciudad. Dr. Francisco de Valbuena, D. Antonio Trujillo y Astorga, D. Alonso Alvarado. Ante mí Miguel Duque y Velasco, notario”.
Imagen del detalle superior del Altar de Ánimas
El 26 de Junio de aquel año informaba el fiscal lo que entendía debía mandarse, y a ello se atuvo el Provisor dando en esa misma fecha el siguiente Auto final:
AUTO. En la ciudad de Sevilla, a veintiséis días del mes del junio de mil setecientos quince años, el Sr. Dr. D. Juan de Monroy, Canónigo de esta Santa Iglesia Metropolitana de esta dicha Ciudad, Provisor y Vicario General de ella y de su Arzobispado:
Habiendo visto estos autos que son entre partes, el Convento y Religiosos de Santo Domingo, Orden de Predicadores, de la ciudad de Jerez de la Frontera, con la Hermandad sita en la Ermita de San Telmo de dicha ciudad, sobre que se le recojan las Reglas que han hecho de la dicha Hermandad con el título del SSmo. Rosario,
Mando, que atento al allanamiento de las partes, se tilde y borre en el cabildo de dicha hermandad y Regla, que se ha aprobado el título del Rosario y que dicha Hermandad se titule” de la Devoción Piadosa a las Benditas Ánimas del Purgatorio”. Y prohibía y prohibió a la dicha Hermandad el poder pedir limos¬nas con el título del Rosario por las calles y sitios por donde hicieren cuestión, ni en otra parte alguna, pena de excomunión mayor y con apercibimiento de que se procederá contra la dicha hermandad y a lo demás que por derecho hubiere lugar, lo contrario haciendo, y que para ello se le dé el despacho necesario.
Y así lo proveyó y firmó. Dr. Monroy. Francisco José de Navarra, Notario”.
(ARCHIVO HCO. DE LA HERMANDAD)
“El Cristo de Jerez”, Jose Luis Repetto Betes, 1997

ALTAR Y PINTURA DE LAS BENDITAS ÁNIMAS

Durante cientos de años la muerte fue una presencia cotidiana y familiar; los desórdenes sociales, las frecuentes epidemias y las condiciones climatológicas que destruían las cosechas sesgaban con frecuencia la vida de hombres, mujeres y niños de todas las edades y condiciones sociales. En aquel ambiente, carente de explicaciones racionales que permitieran comprender los desdichados eventos que sucedían, las personas hallaban consuelo en la Iglesia, que alentaba la creencia de que esta vida era sólo un tránsito pasajero del alma, cuyo verdadero destino se encontraba más allá de la muerte. Es por ello que los sufrimientos pasados en el mundo eran sólo una prueba para gozar de la presencia de Dios, pero únicamente si se seguían los preceptos que la Iglesia había establecido, así dependiendo de la conducta llevada durante la vida cambiaba el lugar al que el alma se dirigía una vez que hubiera abandonado el cuerpo.
En el Cielo uno se encontraría de la presencia de la Trinidad, la Virgen María, los Ángeles y los Santos, sin embargo era casi imposible que cualquiera fuera allí inmediatamente al morir, incluyendo aquellos que se habían portado bien, ya que dicho privilegio sólo estaba reservado para los mártires y santos. Al Infierno llegaban aquellos que hubieran muerto en Pecado Mortal, sin haberse confesado, o los “herejes”, y se trataba de un lugar espantoso, donde los condenados sufrirían por toda la eternidad de torturas acordes con los pecados cometidos mientras ardían en el fuego que causaba más dolores que todos los males del mundo juntos.
El Purgatorio era una zona que se encontraba en medio de los dos, siendo un lugar de purificación, donde pasarían una temporada las almas de quienes fallecían en pecado venial, como los chismosos, los glotones o los perezosos, es decir, casi todo mundo. El fuego del purgatorio causaba grandes dolores, había oscuridad por todas partes y sólo se escuchaban los quejidos de las ánimas en pena, pero dependiendo de las faltas así era el número de años que se pasaba allí, en cualquir caso, se creía que no podían ser menos de unos miles. Al final de la penitencia las almas eran rescatadas por los ángeles, quienes las llevaban ante la presencia de Dios.
Así, desde muy temprano aparece la devoción de la hermandad por las Benditas Ánimas, a cuyo sufragio se le dedica un altar, que estaba ya realizado por lo menos en el último cuarto del siglo XVII, en una pintura que aún se conserva. Sin duda fue obra de aquella diputación de las Benditas Ánimas, que localizamos ya en los cabildos 1637, y a cuyos titulares en 1642 ya se les llama “hermanos de las Ánimas”, constándonos que en ese altar se decía misa con sermón el día 2 de Noviembre. Más tarde se hará la novena de Animas y en este altar de las Ánimas se fundará una cofradía filial con este título en 1715.
Imagen de la Pintura de las Benditas Ánimas del s.XVII
Debe decirse que la devoción a las Benditas Ánimas fue nota distintiva de la cofradía hasta hace muy poco tiempo, pues en las Reglas de 1865 quedará establecida la novena como uno de los cultos fijos de la cofradía.
En esta obra están representadas las Ánimas de los difuntos en el Purgatorio. El Purgatorio más que un lugar, se considera un estado, en el cual las ánimas de las personas que han fenecido en gracia con Dios deben permanecer durante un tiempo purgando sus pecados en el fuego purificador. El purgatorio comienza a aparecer en los textos manuscritos a partir del 1170. Las fuentes fundamentales de esta iconografía durante la Edad Media serían “La Divina Comedia” de Dante Alighieri y” La Leyenda Dorada” de Santiago de la Vorágine. A partir del XVI (Trento), el esquema compositivo es muy claro, en la parte superior, en el Cielo aparece al centro Jesús sedente, a su diestra aparece posiblemente la Virgen María, en actitud suplicante como medianera y abogada nuestra. y en el otro lado se encuentra San José. Un poco más alejado de Cristo, pero gozando de su presencia ya en el Cielo, aparecen las Ánimas que han conseguido redimir sus pecados, pero por contra, en la parte inferior de la composición, se encuentran las ánimas que todavía están en el purgatorio en el fuego purificador, rogando hacia lo alto. Se observa un dibujo bastante plano y, aunque es minucioso en algunos detalles, no denota gran maestría.

Otras pinturas religiosas

Aparte de estas imágenes a las que se les da culto hay actualmente otros cuadros religiosos en la capilla, de uno de los cuales tenemos noticia de cuando se encarga.
Es siendo mayordomo Jerónimo Calderón en 1677 y se titula “La Verónica”, aludiendo a la leyenda de que una mujer, llamada Berenice, limpió el rostro de Jesús en el camino del Calvario y la faz del Señor quedó impresa en el paño, llamándose por ello “Verum icono”, es decir, verdadero retrato.

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